viernes, 2 de noviembre de 2012

Procrastinar: uno de los males de nuestros días.



Postergar las cosas puede parecer una cosa trivial e inocente pero la bola de nieve se puede convertir en un alud que se nos escape de las manos. Por comodidad, falta de tiempo, temor a qué nos dirán, priorizar otras cosas "más importantes" podemos ir acumulando un montón de pequeñas cosas que después se vuelvan inmanejables o, lo que es peor, que lleguemos a un punto de no retorno en el cual ya no podamos hacerlo por más que lo intentemos.


  1. ¿Ya fuiste al médico por esa molestia del estómago que no se te quita con nada?
  2. ¿Fuiste al acto de la escuela donde tu hijo se presentaba?
  3. ¿Terminaste de hacer el trabajo que faltaba para obtener tu título universitario?
  4. ¿Visitaste a esa tía que está en la clínica?
  5. ¿Organizaste el papeleo necesario, runiones, proveedores y otros para empezar el proyecto que te encargaron?
  6. ¿Llamaste por teléfono a tu amigo el día de su cumpleaños?
  7. ¿Te tomaste el tiempo para ir a esa playa paradisíaca que te recomendaron?
  8. ¿Te comunicaste con tus viejos esta semana para escuchar cómo les va?
  9. ¿Diste una vuelta por el parque caminando o en bicicleta?


Jueguemos a algo: ¿qué pasaría si no atendemos las cosas que debemos hacer? Estas son algunas de las posibles respuestas a las preguntas anteriores:


  1. El malestar degeneró en úlcera sangrante.
  2. Inconscientemente tu hijo asocia que no le interesas. Si sumas muchas faltas, se puede convertir en un problema de adaptación y comportamiento social.
  3. Pierdes oportunidades de mejores empleos por no tener el título.
  4. Se murió. No la vas a ver más. Tampoco podrás hablar con ella.
  5. Llegó la fecha de inicio del proyecto y se presentan muchos inconvenientes y retrasos por falta de planificación. Tu jefe no ve con buenos ojos el ascenso que estaba considerando para ti.
  6. La relación se va enfriando. En algún momento se convertirá en otra persona más que entró y salió de tu vida.
  7. No tuviste el descanso necesario. Perdiste la oportunidad de conocer un nuevo sitio y a nuevas personas.
  8. Los viejos se sienten solos. Sienten que no les importas, que ya pasó su momento en que eran importantes y necesarios. Depresión.
  9. No cambias de ambiente. No te distraes de los problemas. El ejercicio moderado ayuda a la oxigenación del cerebro y a la tonificación de los músculos. Todo esto redunda en tener las ideas más claras.


¿Qué otras preguntas y respuestas te puedes hacer?

¿Que todos los resultados que mencioné son negativos? Sí, así es. Está en la naturaleza de las cosas irse dañando inexorablemente. Si no, recuerda lo que pasó con el carro que dejaste estacionado durante cuatro meses. O el pan que dejaste olvidado en la alacena por dos semanas. O en el ser humano mismo: todos vamos envejeciendo desde el momento en que nacemos.

¿Cómo hacemos entonces para manejar los pendientes? El secreto está en priorizar haciendo un equilibrio entre las diversas partes que componen la vida de todos: religión, familia, trabajo, estudios y recreación. A veces este equilibrio implica hacer algunos sacrificios pero generalmente irá bien si se mantiene el equilibrio. Ninguna de las áreas se sentirá muy afectada. En otras palabras, no es imperativo atender absolutamente todo lo pendiente. No pasa mucho si faltas una vez a la obra de tu hijo por atender una urgencia en el trabajo. Lo importante es que esta situación sea una excepción y no la regla.

Lo cierto es que -por regla general- las cosas que tienes tú pendientes, si no las haces tú, nadie las hará por ti.

Así pues, levanta la cabeza, arremángate y haz lo que tienes que hacer. Después puede ser muy tarde.

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